Test Drive • Fiat 500 Abarth "595 Turismo": Picante y nervioso
Si había algo que caracterizaba a los modelos de Fiat de los años 60, 70 y parte de los 80 era la pimienta de sus motores. A los pequeños modelos de la marca italiana les sobraba con sus motores chicos para ofrecer diversión y buenas sensaciones al volante. Con esa misma premisa, pero en un mayor grado, Abarth vuelve a nuestro mercado y lo hace con un “petardo” de cuatro ruedas: el 595 Turismo.
Probablemente no muy conocida, Abarth es una empresa que nació en Bolonia, Italia, en 1949, y siempre fue de la mano del vértigo y la competición. Comenzó construyendo carrocerías para modelos de Ferrari y a principios de los años 70 fue comprada por Fiat. A partir de allí tomó las riendas de la división deportiva de la empresa más importante de Italia.
Sin embargo, en la década del 90, Abarth desapareció de la escena automotriz para volver con más energía que nunca en 2007. Y aunque primero lo hizo con una versión basada en el Punto, todos los cañones de Fiat apuntaban a la nueva generación del 500 que había renacido también ese año.
El regreso de Abarth se da con el cambio de origen de la gama 500 para nuestro mercado. Desde ahora, todas las versiones llegan importadas desde Tychy, en Polonia, inclusive este 595 Turismo. Esta modificación de procedencia trae aparejada pequeños retoques estéticos en los faros delanteros, faros auxiliares ahora ovalados y se optó por una toma de aire más grande. Atrás también cambian las luces y conserva el difusor de aire debajo del paragolpes.
Todo este “maquillaje” cambia la imagen simpática del 500 normal a esta versión con actitud más agresiva. Llama la atención un poquito más que el modelo anterior. Y para que no queden dudas de que se trata de un Abarth, calcos en la carrocería y el logo del escorpión en la trompa, en la cola y en los tapacubos de las ruedas se encargan de reflejarlo todo el tiempo.
Pero todo eso se olvida una vez que nos sentamos al volante. Sólo abrir la puerta alcanza para darse cuenta de que no es un auto normal. La butaca símil competición Sablet, con respaldo enterizo fabricada en fibra de carbono, se transforma en un imán que atrae nuestro cuerpo para sentarnos y salir rápido a dar una vuelta. Nos sujeta a la perfección. Pero atención; la estructura sobre la que va montada obliga a que esté un poco más alta que un asiento de un 500 normal. De ese modo, una persona que mida más de 1,80 metros de altura irá rozando su cabeza con el techo.
De todas maneras la posición de manejo es buena, y eso a pesar de no poder regular en profundidad la columna de dirección. La selectora de la caja de cambios (de cinco marchas) colocada en una posición más alta a la que se puede encontrar en otro vehículo contribuye a sentirse cómodo manejando, porque, en definitiva, es un auto del que se disfruta “manejando”, tomando curvas, cambiando trayectorias… no yendo recto.
EL Fiat 500 Abarth “595 Turismo” fue concebido para brindar sensaciones de velocidad, agilidad y diversión al volante.
Este 595 Turismo monta el motor naftero 1.4 T-jet de 165 caballos de fuerza que, como se mencionó, se acopla a una transmisión de cinco velocidades. Seguramente con una de seis marchas se le sacaría mejor provecho, pero es un supuesto. Lo que sí es muy real es el cambio que puede producir en la respuesta gracias a la gestión electrónica.
En un uso normal, la entrega de fuerza del motor se percibe casi como cualquier propulsor con estas características. Inclusive es hasta lógica la sensación de mayor empuje a partir de las 3.000 rpm, cuando el turbo empieza a soplar más fuerte. Para los fanáticos de estos detalles, hay un pequeño indicador que indica la presión del turbo. A no colgarse mucho que hay que atender el camino…
Ese uso normal busca brindar el mayor confort posible (aunque no sea un auto destinado a eso), por eso la dirección por momento parece estar sobre asistida, al punto de volverse lenta e imprecisa. Lógicamente se va endureciendo a medida que se gana velocidad.
Pero toda esa comodidad desaparece gracias a un botón con la inscripción “Sport”. Con solo presionarlo, la sensibilidad del pedal del acelerador aumenta, se modifica la entrega de fuerza del motor y la dirección es más dura, todo el tiempo. Es a partir de este momento en donde el 595 Turismo está listo para soltar todo su veneno. A pesar de que el momento del soplido del turbo se mantiene por encima de las 3.000 rpm, la respuesta por debajo de ese rango es inmediata y picante. El verdadero nervio de Abarth se siente por completo.
Ahora sí la información que le llega al conductor es casi completa. La firmeza de las suspensiones y el bajo perfil de los neumáticos hacen que cualquier irregularidad del suelo se transmita al interior por más pequeña que sea. Y es un verdadero deleite, como se mencionó más arriba, tomar curvas con este modelo. Especialmente las que son lentas, cerradas, y si se puede entrelazar varias, mejor; porque allí se mueve con una agilidad sorprendente. Y en ese momento le damos valor a la buena sujeción que proveen las butacas. Eso sí, los beneficios que recibe bajo esas circunstancias, los penaliza después si hay que circular sobre un empedrado o sobre terreno desparejo. Y en esa situación, la butaca pasará a ser una “enemiga”.
Pero el Abarth 595 Turismo no nació para dar confort o comodidad de marcha. Fue concebido para brindar sensaciones de velocidad, agilidad y diversión al volante. Y eso lo cumple a la perfección.•
Fotos: Johnnie Rik
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