Ruinas de Teotihuacán, México: Una mirada al ayer
Ubicada a tan sólo cincuenta kilómetros al norte de la Ciudad de México, este sitio arqueológico atesora los conocimientos espirituales y materiales del pueblo Teotihuacano, una civilización antigua que ha sabido generar la más alta expresión arquitectónica, urbanista y artística del continente americano.
Teotihuacán está situada en lo que hoy es el municipio de San Juan Teotihuacán, perteneciente al Estado de México. Su historia se inicia hacia el año 600 a.C. cuando algunas de las pequeñas aldeas agrícolas del valle de México comenzaron a especializarse en la elaboración de diversos productos, que con el transcurso del tiempo empezaron a intercambiarlos con los pueblos vecinos. Para el año 200 a.C. estos pueblos se asentaron en la zona aportando sus respectivas filosofías y conocimientos en la elaboración de joyas, cerámica y herramientas entre otras cosas, lo que generó una gran efervescencia cultural y comercial. Con el transcurrir de los años, lograron expandir su cultura teotihuacana por todos los rincones Mesoamericanos.
Como muestra del alto grado de civilización que alcanzó esta cultura, hoy perduran algunas de las edificaciones prehispánicas más importantes del mundo. Situadas dentro de este rico yacimiento arqueológico llamado Teotihuacán, sus antiguas ruinas nos narran de una manera muy atractiva la forma de ver el mundo de esta civilización, que desapareció de forma misteriosa, la cual se cree que pudo haber sido por factores climáticos y sociales que provocaron su caída y abandono hacia el siglo VIII d.C.
La Ciudad tenía en sus años de mayor esplendor una extensión de 18 kilómetros cuadrados con una población de unos 200 habitantes, donde se desarrolló por casi nueve siglos la cultura teotihuacana. Fueron los aztecas quienes el otorgaron el nombre de Teotihuacán, cuando llegaron a estas regiones alrededor del año 1320 d.C., el cual significa Ciudad de los Dioses Ciudad donde nacen los dioses ya que creían que ellos se habían reunido allí para crear el sol y la luna después de que el mundo y el universo fueran creados.
Esta antigua ciudad fue muy venerada por los aztecas, convirtiéndose en su centro de peregrinación desde su capital Tenochtitlan (actual Ciudad de México) para celebrar el solsticio de primavera y venerar a sus dioses. Y por su puesto hoy en día, durante el solsticio de primavera el día 21 de marzo, se congregan aquí centenares de miles de personas vestidas de blanco esperando recibir las energías de la tierra. Increíblemente casi dos mil años después, Teotihuacán se vuelve a convertir así por un día en uno de los centros espirituales más importantes del planeta.
Todavía hoy desconocemos cuál era el nombre original de la ciudad, como así también quiénes la construyeron y la habitaron durante varios siglos. Y por su puesto tampoco se conocen las razones por las que la abandonaron. Mientras tanto las excavaciones arqueológicas continúan aportando nuevos datos que están permitiendo reconstruir parte de un esplendoroso pasado perdido en el tiempo.
La visita a Teotihuacán es un paseo que puede llevar más de una mañana o una tarde, así que recomendamos comenzar bien temprano para poder visitar todos los puntos principales. Nosotros partimos desde D.F. por la carretera Pachuca, ansiosos de conocer las famosas ruinas arqueológicas. El viaje transcurre por un paisaje llano, árido y seco, plagado de campos grises y arboles ocres, señales de que por aquí ya se había instalado el otoño. Un cartel anuncia la entrada al Parque Arqueológico y a su atractivo Museo. Nos dirigimos a este último en para conocer un poco más la historia de esta extraña y misteriosa civilización. En sus salas se exhiben esculturas, pinturas, objetos ceremoniales y paneles explicativos sobre su historia, sus monumentos y por su puesto los datos de las últimas excavaciones y descubrimientos que se están llevando a cabo.
El complejo es tan grande que cuenta con tres entradas diferentes. La Puerta 1 es la primera con la que uno se topa, pero no es la más recomendable utilizar. Ésta sólo lleva al Templo de Quetzalcóatl y a La Ciudadela, y desde allí la caminata hacia la Pirámide del Sol es bastante extensa. Lo mejor es ingresar por la Puerta 2, justo de frente a la Plaza del Sol y su respectiva pirámide. Esta información parece no ser un secreto a voces, ya que es también el sitio con el mayor mercado de recuerdos. Una vez dentro la cosa no cambia mucho. Decenas de vendedores ambulantes se tienden ofreciendo su mercadería. Durante nuestra visita fuimos acechados por una sucesión de guías que ofrecían sus servicios y por docenas de vendedores que ofrecían educadamente su mercancía.
Habiendo sorteado la horda de ofertas nos encontramos parados en medio de una inmensa avenida de 4 kilómetros de largo y 45 metros de ancho llamada la Calzada de los Muertos, nombre otorgado por los aztecas, ya que ellos pensaban que los montículos que situados a la vera del camino pertenecían a diferentes tumbas. Esta avenida fue el verdadero núcleo de la ciudad, su inicio esta enmarcado por el recinto de la Pirámide de la Luna y termina en la Ciudadela. Desde aquí se pueden observar los diferentes palacios, templos y casas de personajes importantes. Además, las dos grandes pirámides, el Palacio de Quetzalpapálotl, el Templo de Quetzalcóatl y muchos otros edificios que fueron de gran belleza en su tiempo.
Encaramos con mucha fe la construcción más gigantesca del yacimiento; la famosa Pirámide de Sol. Resulta imposible no sentirse atraído por aquel inmenso monumento, el segundo más grande de México y la tercera pirámide más grande del mundo. Construido en el siglo II d.C., está situada estratégicamente en el lado Este del yacimiento para poder celebrar el solsticio de primavera, cuando el sol se pone justo en frente de ella. Según los historiadores esta escalera al cielo posee 70 metros de altura y 365 escalones, uno por cada día del año. Pero el esfuerzo de subir sus cinco cuerpos escalonados es bien recompensado con vistas únicas e incomparables. Desde la cima, y entre el tumulto de visitantes, se puede apreciar todo el conjunto de Templos y construcciones, la Calzada de los Muertos y la Pirámide de la Luna.
De pronto nos percatamos de que algo raro sucede a nuestro alrededor. Vemos gente colocando la palma de la mano en el interior de una plataforma desigual, ya que se dice que allí existe un punto de energía que procede directamente de lo más profundo de la Tierra.
Mirando a nuestro alrededor nos quedamos sorprendidos ante la grandiosidad y perfección de la urbe que se despliega ante nosotros. El sol comenzaba a sentirse cada vez más caliente, pero nada detuvo nuestro caminar por esa gran avenida hasta llegar a los cuatro cuerpos escalonados de la Pirámide de la Luna. A pesar de que sólo tiene 42 metros de altura parece estar al mismo nivel que la Pirámide del Sol por su elevada ubicación. El objetivo de sus creadores fue crear un espacio ceremonial con un altar central, donde se realizaban rituales religiosos y glorificaban el poder político de sus gobernantes. Subir sus 111 escalones para poder contemplar la magnífica vale la pena. Desde aquí se obtienen la mejor panorámica de Teotihuacán, una vista completa del yacimiento nos deja una noción de lo pequeños que somos ante tal monumental emplazamiento.
Luego de visitar ambas pirámides tomamos el auto estacionado en la Puerta 2 y nos dirigimos hacia la Puerta 1 y así evitamos la larga caminata hasta la Ciudadela, nombrada así por los conquistadores españoles del siglo XVI, que pensaron que este sitio rectangular era una instalación militar. Esta estructura se compone de un patio con casas a su alrededor, donde se cree que vivieron los sacerdotes y gobernantes. En el lado Este el Templo de Quetzalcóatl es un lugar sagrado donde se ha descubierto una serie de bajorrelieves tallados en la piedra en forma de serpiente emplumada que le dan el nombre al templo. Esta zona llamada La Ciudadela es considerada como el centro administrativo y sede de los poderes de Teotihuacán. Fue descubierta entre 1918 y 1921 cuando se iniciaron las excavaciones.
Otro de los lugares que visitamos fueron el Palacio Quetzalpapalotl, la construcción más lujosa e importante de la ciudad; el Palacio de los Jaguares y el Edificio de Caracoles Emplumados.
Antes de partir, nos paramos nuevamente para contemplar por última vez estas ruinas, de inmensos monumentos, cuyo esplendor e historia le han otorgado el título de Patrimonio de la Humanidad. Teotihuacán ha sabido mantener su influencia aún después de destruida y abandonada, logrando mantener muchos aspectos que hoy perduran en las costumbres de la sociedad del centro de México.•
Fotos: Andrés Canet