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Bugatti Grand Tour Chile-Argentina 2017: Etapas I, II y III


Nuestro país vive de manera muy especial su amor por los automóviles. Somos pasionales, nos fanatizamos, y tal vez la rareza de encontrar por nuestras calles autos deportivos de tan alto nivel aumenta aún más estas emociones. Lo cierto es que cuando nos cruzamos con algún súperdeportivo somos capaces de seguirlo hasta quedarnos sin combustible con tal de disfrutarlo un ratito más o tomarle alguna foto para mostrar a nuestros amigos (aunque sea de pésima calidad, lo importante es la prueba de ello).

A la distancia, solemos monitorear en internet los encuentros y eventos que se realizan en otros rincones del mundo como Europa, Estados Unidos o en países árabes, entre otros, deslumbrándonos con los millonarios hypercars que en ellos participan. Nadie imaginaba en 2017 que un evento de gran envergadura estaba a punto de llevarse a cabo -en gran parte- por nuestras rutas.

El Bugatti Grand Tour, un evento reservado exclusivamente para clientes que la marca realiza una vez al año, ya tenía fecha de visita a nuestro país. Las etapas, paradas, hoteles y rutas que utilizarían eran un secreto a voces hasta que fue descubierto por algunos periodistas. Sin embargo nosotros ya habíamos sido invitados a participar del mismo, pero obviamente no podíamos contarlo.

A este encuentro se inscribieron finalmente 15 tripulaciones provenientes de todas partes del mundo. Clientes de Estados Unidos, Suiza, Alemania, Francia, Inglaterra, Ucrania, China e incluso de Argentina, entre otros, participaron en su mayoría a bordo del más conocido de los modelos de la firma francesa: el Bugatti Veyron, en todas sus versiones. A este de por sí selecto convoy se sumaron algunos ejemplares más exóticos, como un Bugatti Chiron propiedad del argentino Alejandro Roemmers -artífice principal para que el Bugatti Grand Tour visitara nuestro país-; un clásico EB 110 –el primer Bugatti construido íntegramente en fibra de carbono- y el único Rolls Royce Sweptail del mundo, un infiltrado valuado en más de trece millones de dólares. Estos dos últimos pertenecientes al mismo dueño, tal vez ese haya sido el motivo por el cual fue aceptado.

Por cuestiones logísticas el tour comenzó y finalizó en tierras chilenas. Las trabas aduaneras y la burocracia de nuestro país impidieron que el tour se llevase a cabo en su totalidad en territorio argentino. La casa matriz de Bugatti se ocupó de trasladar cada vehículo desde su país de origen hasta Santiago de Chile, punto de inicio del Bugatti Grand Tour 2017. Algunos de ellos lo hicieron por barco ya que llegaban desde la costa oeste de los Estados Unidos, mientras que otros arribaron en avión desde lugares más remotos. Una vez reunida la flota en el hotel W de Santiago de Chile, media docena de ingenieros y personal de Bugatti, equipados con la última tecnología, verificó el estado de cada auto y brindó un mimo personalizado para dejarlos relucientes.

A mi arribo todo fue glamour. Un cóctel de bienvenida por la noche, una cena deliciosa y el primer contacto con los autos en uno de los salones del hotel. La responsable de la hospitalidad del evento se me acercó y me entregó una credencial con mi nombre y mi remera oficial del tour, confirmando que yo era parte de este selecto grupo que estaba a punto de disfrutar de una experiencia única.

 

Etapa 1

Al día siguiente dio inicio la primera de las etapas que unía la ciudad de Santiago de Chile con Mendoza, más precisamente con el hotel The Vines ubicado en Valle de Uco, al sur de la Provincia de Mendoza. Cientos de fanáticos se apostaron en la puerta del hotel para ver de cerca a los Bugatti y verlos partir. La salida de la ciudad fue caótica. La gente literalmente se paraba frente a los autos para tomarles fotos, sin medir el riesgo de estar sobre el asfalto de las transitadas avenidas y calles de la capital chilena. Una vez subidos a la autopista la situación cambió y el grupo se pudo relajar.

Mi invitación no incluyó un Bugatti para seguir al tour, sino una camioneta que a duras penas sobrepasaba el límite de velocidad. Pero nada importaba. Allí estaba yo escribiendo parte de la historia y para esperar alguna sorpresa.

Luego de algunos kilómetros el convoy llegó al primer desafío: La Cuesta Los Caracoles, o más conocida como “Los caracoles chilenos”. Hubo tan solo dos bajas en todo el tour, pero la primera ocurrió apenas unas pocas horas de iniciado el mismo. El zigzagueante y empinado camino se cobró la primera víctima que no logró mantener el control de su Bugatti Veyron ante una prominente mancha de gasoil desparramado sobre el asfalto y acabó sobre la tierra, con daños que lo excluyeron de la travesía. Afortunadamente para el participante, la organización había llevado un Veyron de “repuesto” o cortesía, previendo que algo así podía suceder y tras el cambio de llaves continuó con el itinerario.

Tras un breve almuerzo en el restaurante del Ski Portillo Hotel, y un largo y tedioso control migratorio y aduanero, nos dirigimos finalmente cuesta abajo hacia Mendoza. Una hora más tarde de lo estipulado arribamos a The Vines Resort & Spa en Valle de Uco para instalarnos por dos días allí. La primera etapa había llegado a su fin.

Etapa I: Para y almuerzo en el Hotel El Portillo, Chile.
 

Etapa 2

Fue de las más tranquilas, y con apenas 200 km de recorrido también la más corta. Una hoja de ruta circular que incluyó la visita a tres bodegas mendocinas: Salentein, Vistalba –con almuerzo incluido- y Fabre Montmayou. En cada una de ellas se degustó lo mejor de la cava, acorde con el nivel de exigencia del paladar presente.

A lo largo de todo el recorrido la gente aguardaba a la vera del camino el paso del convoy. Afuera de cada bodega una multitud compuesta por hombres, mujeres y niños esperaban por la selfie con alguno de los protagonistas mecánicos, mientras que desde adentro se vivía como un rockstar.

Etapa II: El convoy de Bugatti listo para comenzar en The Vines Resort & Spa, Mendoza.
 

Etapa 3

De Mendoza partimos hacia La Rioja, previo paso por la ciudad de San Juan, en lo que fue la etapa más larga y extenuante. Con 700 km por delante, la tercera etapa fue la de mayor distancia de manejo. Aunque esto último no fue lo más agotador, sino el hecho de conducir a velocidades legales -y no precisamente por encontrarnos con estrictos controles policiales- porque muchas de las rutas hasta San Juan se encuentran en pésimo estado. Imagínense por un instante circular a 110 km/h con un vehículo que puede superar holgadamente los 400 km/h, sobre un pavimento que se parece más a un rayador de queso gigante, mientras que el paisaje desértico que se extiende por kilómetros se mueve más lento que un caracol con problemas de motricidad. Les aseguro que por más Bugatti que tengan van a desear llegar cuanto antes a destino.

Con una parada en el Museo Graffigna de San Juan para almorzar, dimos vuelta la página para adentrarnos aún más en el desierto sanjuanino hasta llegar a la pequeña localidad de San José de Jachal, el único sitio que pudo garantizar a los organizadores los más de 1.500 litros de nafta Premium para abastecer a los participantes y al propio staff. De cualquier manera vale aclarar que en todo momento una camioneta con varios litros de combustible y un surtidor que nada le envidia al de una estación de servicio, viajaba junto al grupo por si fuera necesario rescatar a algún conductor de pie derecho pesado.•

Etapa III: Arribando al Museo Graffignia en San Juan.
 
FOTOS: Francesco Piras (Bugatti) / Andrés Canet
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