San Francisco, E.E.U.U.: Alternativa y liberal
TEXTO: Ana Bouzas / FOTOS: Andrés Canet
Adjetivos que definen con justeza a esta ciudad cosmopolita y “openmind”, famosa por sus empinadas colinas, su espesa niebla, sus casas victorianas, sus tranvías y por su icónico Golden Gate.
Es sin duda una de las ciudades más bellas de los Estados Unidos y atípica por ser la menos norteamericana de todas. A diferencia de sus grandes urbes, San Francisco no es ruidosa ni caótica, y su particular arquitectura, junto con sus habitantes cosmopolitas la hacen una ciudad alternativa y distinta a las demás.
Sus primeros habitantes de tribus indias fueron colonizados por los españoles que llegaron a estas tierras en 1542, instalando allí las primeras misiones jesuitas. En 1767 el rey Carlos III de España ordena la expulsión de los jesuitas para poner en su lugar a monjes franciscanos, quienes se establecieron en toda la costa Californiana llegando en 1770 a la bahía donde se asienta San Francisco. En 1776 el explorador Juan Bautista de Anza construyó la prisión de San Francisco y fundó una misión en honor a San Francisco de Asís, conocida actualmente como Misión Dolores; nacía así la ciudad de San Francisco. Con los años España dejó de interesarse por California abandonando sus misiones. En 1848, la fiebre del Oro impulsó a la ciudad a un período de rápido crecimiento convirtiéndola en una de la ciudades más grandes de la Costa Oeste.
Desde aquel entonces dos acontecimientos importantes se dieron lugar en San Francisco y cambiaron su fisonomía: Los famosos terremotos de 1906 y 1989 que la destruyeron por completo. Pero el cambio más significativo provino desde la óptica cultural. Los escritores de la generación ¨Beat¨, los hippies del “Verano del Amor” y el “Flower Power” de finales de los años ´60; y los movimientos a favor de los derechos homosexuales, que conformaron una de las comunidades más numerosas de San Francisco, la convirtieron en el bastión liberal en los Estados Unidos, sustentando su emblema como capital de la contracultura.
Nada más con llegar a San Francisco nos dimos cuenta de todo esto. Con un carácter único y especial surgido gracias a la interesante mezcla cultural de sus habitantes, se consolidó como la ciudad más liberal del mundo.
Debido a la temporada alta nos fue imposible conseguir un hotel en San Francisco, así que optamos por alquilar una casa en Oakland a través Airbnb, una empresa que nucléa alojamiento en casas o departamentos privados. Llegamos alrededor de las 17 hs y lo primero que hicimos fue cambiar nuestro Chevrolet Camaro por una Chevrolet Trax, una SUV compacta, joven y versátil comercializada en Argentina bajo el nombre Tracker, ideal para recorrer las empinadas calles franciscanas. Recién a la mañana siguiente a nuestro arribo salimos a descubrir esta ciudad tan codiciada. Si bien era verano, las mañanas y las noches no suelen ser muy calurosas y nunca está de más llevar con uno un abrigo ligero.
Existen sólo tres maneras de llegar a la bahía de San Francisco: Por tierra desde el sur, o a través de los puentes Bay Bridge al este y Golden Gate al norte. Cualquiera podría creer que sendos puentes colapsarían de tráfico durante el “rush-hour” u “hora pico”, pero increíblemente a pesar de la cantidad de autos, buses y bicicletas que circulan la congestión casi no se hace notar. Mientras avanzábamos las torres rojas del famoso Golden Gate y las siluetas de la ciudad engalanada con la Pirámide Transámerica coronaban el paisaje.
Foto: Lombard Street
San Francisco es una ciudad definida por sus barrios, cada uno con un ambiente único y singular, añadiéndole un toque bohemio y multiétnico que le otorgan sus residentes y que ofrecen una gran variedad de lugares para visitar. Dejamos el auto en un estacionamiento cerca del cruce de las tradicionales calles Powell y Market, en el bullicioso barrio de Union Square.
Esta es la zona más comercial de San Francisco y su centro gira alrededor de la Plaza Union, que desde sus comienzos fue lugar de manifestaciones, conciertos, eventos públicos y exposiciones de arte. Aquí se respira un ambiente muy especial, con las tradicionales tiendas de lujo, selectos restaurantes, hoteles 5 estrellas, gente joven y músicos callejeros tocando en las esquinas. Sus calles están repleta de atracciones, con teatros tipo Broadway, bares, restaurantes y por supuesto los clásicos ¨Cable Cars¨ (los antiguos tranvías). Sobre la esquina de Powell y Market la gente se agrupa para ver el famoso cambio de vías de este antiguo medio de transporte, desde donde parten para recorrer las onduladas calles de la ciudad.
Luego de pasear por Powell, Stockton y Post, las principales arterias de Union Square, continuamos hacia la zona del City Center, hogar del majestuoso City Hall de San Francisco, la Opera y el Museo de Arte Asiático. Sobre la plaza principal un mercado callejero de venta de frutas, verduras, pasteles, y flores animaba el lugar.
Tomamos unas fotos y volvimos al downtown caminando por Market, la avenida principal de la Bahía, dimos una vuelta por la zona bancaria y subimos por Grant hasta el famoso Chinatown, el barrio chino más grande del mundo fuera de China. Su entrada esta enmarcada por el antiguo arco en la esquina de Grant y Bush, y al cruzarlo uno se sumerge en un pequeño barrio de Pekín dentro de San Francisco. Farolitos de papel colorados y amarillos adornan sus calles, multitudes de bazares, tiendas de alimentos a granel, carteles indescifrables, tejidos en forma de pagoda, farolas con dragones y muchos chinos pueden hacerles creer que realmente se encuentran en China. Pasemos un buen rato por este barrio, descubriendo sus tiendas de té, hierbas y pasteles, y gran cantidad de negocios de bazares con mercaderías de todo tipo, desde ojotas para chicos que chillan hasta cd´s de música con coloridos y raros dibujos en sus portadas.
En nuestro primer día no recorrimos grandes distancias ya que resultó inevitable realizar un tour de compras, y recién cuando la noche nos invadió volvimos a buscar nuestro auto. En ese momento nos encontramos con una Union Square distinta, la vida nocturna se hacia notar, las luces de los negocios inundaban las calles y los bares se llenaban de jóvenes ansiosos de un buen trago y buena música.
Haciendo alarde del mejor transporte público de los Estados Unidos, decidimos ponerlo a prueba y en nuestro segundo día dejamos el auto en la casa y nos tomamos un bus que en apenas media hora nos dejó en la Transbay Terminal de Mission District, justo en el centro financiero de la ciudad. Desde allí nos tomamos un tranvía que en escasos diez minutos nos trasladó hasta el Muelle 33 del distrito del Embarcadero. Aquí todos los días y cada media hora salen los ferrys a la legendaria isla de Alcatraz, donde su cárcel sigue siendo uno de los atractivos más visitados de la ciudad. La excursión dura aproximadamente tres horas y hay que reservarla con anticipación.
Foto: Pier 39, muelles principal de la ciudad.
Al regresar de Alcatraz nos dirigimos caminando por el embarcadero hacia los antiguos muelles de pescadores o Fisherman´s Wharf. Hoy se han convertido en una sucesión de tiendas, restaurantes de pescados, mariscos y comida rápida, destacándose el Pier 39, un muelle colorido, con música y artistas callejeros que le dan vida al lugar, y que junto con el Acuario de la Bahía son la atracción principal del distrito costero y uno de los lugares más turísticos de la ciudad. Llegando al final del muelle, una antigua calecita deleita a los más chicos con sus elegantes caballos blancos y sus antiguos carruajes. Un poco más adelante el muelle termina con un mirador donde se pueden apreciar las mejores vistas de la bahía, el Golden Gate y la cárcel de Alcatraz. Este lugar es también el hogar de decenas de focas, lobos y elefantes marinos.
Luego de un rápido almuerzo en el muelle seguimos caminando por el embarcadero en orden ascendente hasta llegar al Muelle 45. Allí, al final de Taylor Street, un divertido museo de dedicado a antiguos juegos de feria llamado Museo Mecánico o de Autómatas alberga una colección de más de 200 piezas mecánicas de todo tipo, entre añejas cajas de música con marionetas, antiguos juegos mecánicos, una vieja señora que lee el futuro y la emblemática Laffing Sal, el personaje más popular del museo cuya risa estridente espanta a los niños y enloquece a los adultos. Pero también se exponen maquinas recreativas de los ´80 donde el Pac-Man se llevaba todas las miradas. Un homenaje a todo lo que la mecánica para el juego aportó a la historia del ocio desde su aparición hasta que fue superada por la era digital. Un lugar curioso que nos hizo pasar un buen rato jugando.
Foto: Isla de Alcatraz
No es muy difícil transformar un paseo a pie en un tour culinario cuando la caminata se realiza en esta zona de restaurantes y puestos de venta de pescados y mariscos. Y el aroma proveniente de Boudin, una tienda ubicada justo frente al museo en la que se elaboran artesanalmente todo tipo de panes y afines, y a la vista del público, se ganó nuestra atención e ingresamos. Y aunque habían transcurrido sólo unas horas desde nuestro almuerzo, uno no puede dejar pasar una oportunidad como esta para saborear un buen cangrejo o la Clam Chowder, el plato típico de la costa oeste.
Con la panza llena y el corazón contento continuamos caminando creyendo que ya habíamos comido lo suficiente. Nada más lejos de aquel pensamiento, nos topamos unas cuadras más adelante con la Plaza Ghirardelli, sede de la chocolatería homónima más famosa de San Francisco. En esta tienda, la primera en la historia de los chocolates Ghirardelli, todo se elabora a la vista del cliente. Una mirada picaresca bastó para caer nuevamente en la tentación y reincidimos en el pecado de la gula. Nos tomamos unos batidos de chocolate con crema y un sinfín de “extras”, y partimos de allí con varias bolsas con recuerdos comestibles.
Muy cerca de allí se encuentra la parada del Cable Car que hace el recorrido que une Fisherman´s Wharf con Powell y Market, pasando por Lombard Street. Nuestra meta era llegar a “la Lombard”, la famosa calle serpenteante, pero la subida a pie desde el puerto es casi imposible, así que decidimos esperar un buen rato y subirnos al Cable Car, una vivencia que no podía faltar en nuestro viaje por San Francisco. El vehículo iba abarrotado de gente (en su mayoría turistas) y nos sentamos al lado del conductor que iba maniobrando la palanca hacia arriba y hacia abajo. Antes de bajarnos probamos ir de pie agarrados de los caños, descubriendo que es la mejor manera de vivir esta experiencia. El recorrido fue corto y la parada perfecta, ya que nos dejó en la parte superior de la Lombard Street. La vista de esta calle es maravillosa y desde aquí se pueden ver a los conductores haciendo todo tipo de peripecias para sortear sus serpenteantes y cerradas curvas. Una calle muy pintoresca, llena de canteros con coloridas flores. Luego de unas cuantas fotos bajamos tranquilamente por las escaleras ubicadas a sus costados y al llegar a la parte inferior nos dedicamos unos minutos a apreciarla nuevamente, pero esta vez desde otra perspectiva.
Caminamos cuesta abajo hacia la avenida Columbus, situada en el barrio North Beach, también conocido como Little Italy, uno de los más cool de la ciudad. Mientras caminábamos nos llamó la atención la arquitectura de sus casas, edificios victorianos en muy buen estado mezclados con edificios contemporáneos que no superan los cinco pisos de altura; además de las escaleras de incendio en los exteriores y la variedad de colores en todas sus casas. Cenamos en una tranquila cantina italiana llamada Piazza Pellegrini, ubicada en Columbus Avenue, donde se concentra la mayor actividad nocturna con buenos bares, restaurantes y cafés típicos italianos, que recuerda más a una metrópolis europea que norteamericana.
Nuestro tercer día amaneció soleado y tras desayunar estábamos listos para un nuevo día en San Francisco. Teníamos todo planeado, recorrer el Golden Gate Park, cruzar el Golden Gate en auto y por la tarde pasear por Sausalito, así que nos subimos a la Chevrolet Tracker y partimos. Descubrir los rincones secretos del Golden Gate Park, con 5 kilómetros de largo y 1 kilómetro de ancho, es casi imposible y mucho menos a pie, por ello este día tomamos la decisión correcta de utilizar el auto. El parque tiene cientos de áreas preciosas y sería necesario mucho tiempo para recorrerlo por completo. Algunas de las zonas más interesantes y de gran interés son el Stowe Lake, el lago más grande del parque; el jardín botánico y el Conservatorio de las Flores, un hermoso invernadero de vidrio que guarda gran variedad de flora.
Sabíamos que la visita completa llevaría todo el día y como no disponíamos de tanto tiempo optamos por visitar la zona de los museos y el jardín japonés. Dejamos el auto estacionado sobre Fulton St. y tras caminar unos pasos llegamos a una gran explanada. Este lugar se encontraba muy animado y no es para menos, allí se encuentran el Museo De Young, la Academia de Ciencias de California y el Jardín Japonés.
Nos dirigimos ansiosos a visitar el Museo de Ciencias. Nos lo habían recomendado y valió la pena dedicarle un tiempo a este espectacular espacio diseñado por Renzo Piano creado con la intención de explorar, explicar y proteger el mundo natural. En su interior sorprende el acuario que alberga a más de 38.000 especies de animales vivos precedentes de todo el mundo, incluyendo peces, reptiles, anfibios e insectos, entre otros; un planetario; un sector dedicado a la selva africana con momias de todos los animales selváticos recreando sus hábitat y dos restaurantes. Pero la estructura más llamativa de todas es el bosque tropical de cuatro pisos en forma de domo donde conviven aves, mariposas, anfibios, murciélagos y reptiles exóticos.
Al salir cruzamos la explanada hacia el Jardín Japonés, el cual nos atrajo por su gran cantidad de vegetación. Al traspasar la puerta de explícito estilo japonés nos invadió el olor de las flores. En un recorrido típico visitamos los clásicos estanques con peces y nenúfares, varios puentes arqueados, pequeñas pagodas y una agradable casa de té. Un espacio muy agradable y un remanso de paz en plena ciudad que vale la pena conocer. Junto a éste, el museo De Young impacta con su fachada. Luego de un exquisito almuerzo en su restaurante, visitamozs sus salas que exponen una rica colección de obras de América, África y el arte Oceánico.
Foto: Puente Golden Gate
De nuevo al volante de nuestra Tracker, tomamos rumbo hacia el codiciado Golden Gate. Desde lejos ya nos asombraron sus 227 metros de altura y cruzarlo es todo una travesía, sus casi 3 kilómetros de largo hacen que uno no deje de mirar sus grandes torres y preguntarse como se sostiene solo con cables.
El Golden Gate es uno de los puentes más largos y altos del mundo, y sobre todo, es el más querido y representativo de la ciudad, por lo cual miles de turistas lo cruzan diariamente en auto, en bus, caminando o en bici. Pero también es una tentación para los suicidas, y por ello pesa sobre él el lamentable récord de gente que se arroja de sus pasarelas. Las autoridades no descansan para evitar estos trágicos acontecimientos y muy gentilmente instalaron unos teléfonos en medio del puente para que aquellos que tengan planeado saltar a las hélidas aguas de la bahía encuentre una voz consejera que les haga desistir de tal traumática decisión.
Apenas cruzamos nosotros nos detuvimos en el Vista Point, uno de los miradores que posee toda esta zona ubicada al norte. Este es el primero que encontramos y se sitúa del lado derecho al bajar del puente. Está muy bien acondicionado, con un gran estacionamiento, un centro de información y telescopios para observar el puente y la ciudad. Desde aquí las vistas son impresionantes, y luego de un rato tomando varias fotos seguimos viaje para visitar el tranquilo pueblo de veraneo Sausalito y conocer sus famosas casas-barcos.En los años sesenta una pequeña comunidad de artistas y bohemios se establecieron en esta zona de pescadores y construyeron estas viviendas flotantes. Hoy en día éstas han sido ocupadas por gente adinerada que con sus lujosos yates completan una postal muy exclusiva. En su antiguo muelle se respira un ambiente chic con gente disfrutando de un buen almuerzo elaborado con productos orgánicos o simplemente caminando con un helado en la mano. Unas cuadras más al norte, el centro de Sausalito sorprende por sus agradables casas, sus exclusivas tiendas y varios restaurantes que obligan la visita.
Luego de disfrutar de la calma y un tentempié ligero, nos dirigimos a los otros tres miradores del Golden Gate (siempre desde su extremo norte). Aquí las diferentes vistas son indescriptibles, no parábamos de tomarnos fotos. La neblina de la tarde comenzó a tapar las puntas de las torres y el viento nos arrastraba con fuerza, pero sin duda desde aquí se contempla la mejor postal del puente. Antes de regresar a la comodidad de nuestra casa en Oakland, hicimos un alto nuevamente en “la Lombard”, esta vez para poder decir que la recorrimos no sólo a pie por sus escaleras sino también en auto por sus sigzagueantes curvas.
Nuestro último día en San Francisco lo dedicamos a conocer los dos barrios más distintivos de la ciudad: El Castro y el Haight Ashbury.
Castro es el barrio gay de San Francisco y posiblemente uno de los más espectaculares, coloridos y originales de todo Estados Unidos, considerado el primero del mundo, o al menos el primero que se declaró abiertamente. Fue en la década del ´70 cuando el político Harvy Milk reconoció públicamente su condición homosexual y ayudó a promover los derechos de la comunidad gay. Harvy fue y sigue siendo un ícono para ésta, al igual que su vivienda del 575 Castro Avenue, lugar donde vivió y trabajó.
Foto: Barrio Castro
Ni bien nos detuvimos en la esquina de Market Street y Castro Avenue, una bandera gigante color arco iris nos anunciaba el inicio del barrio gay más grande del mundo. Tomamos la avenida Castro y nos dirigimos hacia el famoso Teatro Castro, un elegante edificio de aspecto colonial reconocido mundialmente por su cartel de neón y por ser el cine más popular y emblemático de todo San Francisco. Seguimos caminando entre tiendas de ropa colorida y muy ajustada, sexshops con vidrieras que espantarían a nuestras abuelas, librerías, cafés, restaurantes y elegantes casas de estilo europeo, todas coronadas con las banderas multicolores, símbolo de la comunidad gay. En ese caminar, son una constante grandes murales dedicados al las víctimas del SIDA, tema que ha sido de los más delicados desde su aparición en 1981. En ellos se rinde homenaje de manera artística a las víctimas de esta terrible enfermedad mal relacionada con la homosexualidad.
Encontrar al estereotipo de gay, ese que todo “verdadero” macho dibuja en su mente, no es tan habitual como uno podría imaginar. No se trata de un barrio lleno de “locas”, todo lo contrario. Aquí la gente no anda a los besos en cada esquina, aunque no se por porqué debería esperarlo si tampoco sucede esto en los otros barrios llamados heterosexuales. Lo cual no hace más que dejarnos una enseñanza, y es que el prejuicio a veces no tiene un buen juicio.
Muy cerca de allí se encuentra otro de los barrios emblemáticos de San Francisco, el Haight Ashbury, la zona más alternativa, trendy y hippie de la ciudad. Sus comienzos datan de finales de los ´60 cuando nació un movimiento bohemio, el de los idealistas hippies que practicaban una forma de vida en armonía con la naturaleza y fomentando los valores humanos. En el verano de 1967 miles de jóvenes llegaron a San Francisco atraídos por la ilusión de cambiar el mundo. Arribaban de todas partes del país y del mundo dando lugar a la concentraciones hippies más importantes hasta el momento. Así nace el denominado ¨summer of love¨ que se hizo sentir y se replicó en todo el globo.
Aunque han transcurrido ya muchos años, el barrio aún conserva ese pasado. En sus calles aún transitan jóvenes que visten de manera desenfadada, mezclados con mendigos y turistas. En sus calles, decoradas con coloridos graffitis, todavía se practica el trueque y se vende ropa usada. Además, un sinfín de comercios de tatuajes, galerías de arte, tiendas de diseño, de antigüedades y de música agregan el toque chic y trendy. Pero aunque hoy es difícil encontrar hippies de largas barbas y camisas floreadas, en Haight Ashubury se sigue respirando ese ambiente de libertad y bohemia que lo hizo uno de los lugares más famosos del planeta.
Para la despedida nos reservamos un buen rato para decantar todo lo conocido en el apacible Alamo Square, un emblemático parque ubicado sobre una de las colinas de San Francisco. Desde allí las “painted ladies”, una sucesión de típicas casas victorianas de principios del siglo pasado en colores pastel y famosas por aparecer en numerosas ocasiones en series y películas, dibujaron un horizonte sin igual durante el atardecer.
A esa hora la plaza se llena de gente sentada sobre el césped, y junto a sus bicicletas, patinetas o simplemente sobre una manta contempla estas casas y la silueta de San Francisco detrás de ellas, donde la torre Transamérica en forma de pirámide y los altos edificios del Downtown nos regalaron la última postal de nuestra visita.
Nuestra conclusión es que San Francisco es ideal para dar un paseo sin rumbo fijo. Caminar sus empinadas calles, contemplar sus edificios, conocer sus costumbres, detenerse en sus diferentes barrios y dejarse cautivar por los diversos paisajes que la niebla proporciona grabará recuerdos increíbles a quienes la visiten.•
GALERÍA DE FOTOS
Chinatown
Pier 39 + Distrito del Embarcadero + Lombard Street
Golden Gate Bridge
Barrio Castro
Barrio Haight Ashbury