Nascar Driving Experience: Ser o no ser (o al menos parecer...)
Es sin duda el lugar ideal para saciar esa innata necesidad de velocidad y emoción al volante. Cualquier amante de los autos soñaría con conducir aunque sea unos minutos un verdadero vehículo de carrera.
¿Y qué mejor que subirse a un Nascar en su tierra natal? El circuito Walt Disney World Speedway de Orlando, Florida, ofrece esta increíble oportunidad durante la denominada Richard Petty Driving Experience. Aquí existen dos maneras de cumplir este sueño, la primera de ellas es yendo de acompañante de un instructor que lo llevará al límite en cada vuelta. La otra alternativa es sentarse uno mismo a los mandos de este purasangre americano de 600HP, y ésta fue mi elección.
Todo comenzó con una obligatoria charla técnica de veinte minutos con instrucciones básicas de manejo y seguridad. Luego salimos a la pista a esperar cada uno su turno. Es increíble como el tiempo de espera puede ser corto y parecer eterno, y viceversa con el de manejo.
Cuando por fin me tocó a mí, comencé a sentir esa emoción que solo entendemos quienes padecemos la misma pasión enfermiza por los autos y el mundo de las carreras. Estar sujeto a una butaca de competición, rodeado de tubos que conforman la jaula antivuelco y el sistema Hans que no deja ni agachar la cabeza puede resultar claustrofóbico para muchos, pero para mí es mi elixir.
Una vez atado, puse mi pie derecho sobre el acelerador y le di unos golpecitos, como para ir sintiendo el sonido del potente V8. Enseguida me recordó al Ford Fairline de mi abuelo cuando se le cayó el caño de escape, pero con una sobredosis de esteroides.
Ni bien recibí la orden de mi instructor puse primera y comencé a transitar la calle de boxes. La transmisión es manual, y antes de ingresar a la pista ya tenía la cuarta marcha engranada. Una vez adentro pise el acelerador a fondo y la aceleración fue bastante buena, pero menos de lo que me esperaba con 600HP. La causa es una pequeña perilla operada por el instructor que limita la potencia (de 10% al 100%) de acuerdo al piloto de turno, y la va aumentando a medida que se siente seguro de sus habilidades. Con el correr de las vueltas sentía como me liberaba caballos de potencia y la experiencia se tornaba más divertida. Cuando faltaban tres vueltas para finalizar le rogué en un inglés marciano que me diera el 100% de lo disponible, pero solo lo hizo en la última vuelta.
Así y todo, girando con el 80% o 90% de los 600HP pude sentir la incidencia del peralte de las curvas, llevando el auto al límite de la adherencia. Y si bien me quedé con ganas de exprimir al máximo toda esa potencia, reconozco también que los instructores no están allí para recibir la extremaunción cada vez que se suben al auto con un total desconocido.
Al bajarme pude sentir el desgaste físico de los brazos, exigidos por una dirección sin asistencia hidráulica, y del tremendo calor sufrido durante la prueba, pero al mirar hacia atrás solo deseaba volver a subirme.•
FOTOS: Andrés Canet